29 julio, 2010

DETALLANDO: sombras de barro 23 – (anteúltima entrega)

 

juegosazar

 

Don Juan recolectó una serie de plantas. Algunas apenas eran visibles. Parecían ser algas, musgos. Mantuve abierta su bolsa y dejamos de hablar. Cuando tuvo suficientes plantas, se encaminó hacia su casa y comenzó a caminar a toda velo­cidad. Dijo que quería limpiar y separar esas plantas y orde­narlas antes de que se secaran demasiado.

Yo me encontraba absorto pensando en la tarea que él me había delineado. Comencé por pensar si conocía algún artículo o trabajo sobre el tema. Supuse que debía investigarlo, y decidí que comenzaría por leer todo lo escrito sobre «carácter nacional». Me entusiasmé de ma­nera fortuita con el tema, y quería volver en seguida a mi casa y emprender la tarea con seriedad; sin embargo, an­tes de llegar a su casa, don Juan se sentó en una saliente alta que daba sobre el fondo del valle. No dijo nada por un rato. No le faltaba el aire. Yo no comprendía por qué se había detenido a sentarse.

‑La tarea del día, para ti ‑dijo abruptamente, en tono de presagio‑, es una de las tareas más misteriosas de la brujería, algo que va más allá del lenguaje, más allá de las explicaciones. Hoy nos fuimos de caminata, ha­blamos, porque el misterio de la brujería debe ser amor­tiguado con lo mundano. Debe partir de la nada, y debe volver nuevamente a la nada. Ése es el arte del guerrero-­viajero: pasar por el ojo de una aguja sin ser notado. Por tanto, prepárate acomodando tu espalda contra esta pa­red de roca, lo más lejos posible del borde. Estaré cerca de ti, en caso de que te desmayes o te caigas.

‑¿Qué está tramando, don Juan? ‑pregunté, y mi alarma era tan patente que en seguida bajé la voz.

‑Quiero que cruces las piernas y entres en un esta­do de silencio interno ‑dijo‑. Digamos que quieres averiguar qué artículos podrías buscar para desacreditar o comprobar lo que te he pedido que hagas en tu medio académico. Entra en el silencio interno, pero no te duer­mas. Éste no es un viaje al oscuro mar de la conciencia. Esto es ver desde el silencio interno.

Me era bastante difícil entrar en un estado de silencio interno sin quedarme dormido. Luché contra el casi in­vencible deseo de dormir. Logré evitarlo, y me encontré mirando el fondo del valle desde la impenetrable oscuri­dad que me rodeaba. Y luego vi algo que me estremeció hasta los huesos. Vi una sombra gigantesca, quizá de un ancho de cinco metros, saltando en el aire y luego aterri­zando con un golpe ahogado y silencioso. Sentí el golpe en mis huesos, pero no lo oí.

‑Son verdaderamente pesados ‑don Juan me dijo al oído. Me estaba agarrando del brazo izquierdo, lo más fuerte que podía.

Vi algo, como una sombra de barro meneándose en el suelo, y luego dio otro salto, quizá de unos quince metros, y volvió a aterrizar con el mismo silencioso gol­pe. Estaba aterrorizado más allá de todo lo que racional­mente pudiera usar como descripción. Mantuve mis ojos fijos en la sombra saltando en el fondo del valle. Luego escuché un zumbido peculiar, una mezcla entre el sonido de un batir de alas, y el sonido de una radio que no ha sintonizado la frecuencia de una estación, y el golpe que siguió fue algo inolvidable. Nos sacudió a don Juan y a mí hasta los huesos ‑una gigantesca som­bra de barro negra acababa de aterrizar a nuestros pies.

‑No te asustes ‑dijo don Juan en tono imperati­vo‑. Mantén tu silencio interno y la sombra se irá.

(CONTINUARÁ)

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