“…
La impecabilidad comienza con un solo acto, que tiene que ser premeditado, preciso y sostenido. Si este acto se repite durante el tiempo suficiente, uno adquiere un sentido de intento inflexible que puede aplicarse a cualquier cosa. Si esto se logra, el camino queda despejado. Así, una cosa lleva a la otra hasta que al fin el guerrero desarrolla todo su potencial.
El misterio de la conciencia es la oscuridad. Los seres humanos están inundados de ese misterio, de cosas que son inexplicables. Considerarnos a nosotros mismos en cualesquiera otros términos es una locura. Así que un guerrero no degrada el misterio del hombre tratando de racionalizarlo.
Las comprensiones son de dos tipos. Unas no son más que arengas para darse ánimos; son grandes arranques de emoción y nada más. Las otras son producto de un movimiento del punto de encaje; no van unidas a arranques emocionales sino a la acción. Las comprensiones emocionales llegan años después, cuando los guerreros, con el uso, han consolidado la nueva posición de sus puntos de encaje.
Lo peor que podría ocurrirnos es tener que morir, y puesto que ése es ya nuestro destino inalterable, somos libres; quienes lo han perdido todo no tienen ya nada que temer.
No es por codicia que los guerreros se aventuran en lo desconocido. La codicia sólo es eficaz en el mundo de los asuntos cotidianos. Para aventurarse en esa aterradora soledad de lo desconocido se necesita mucho más que codicia: se necesita amor. Hay que tener amor a la vida, a la intriga, al misterio. Hay que tener una curiosidad insaciable y una montaña de agallas.
Un guerrero sólo piensa en los misterios de la conciencia; el misterio es lo único que importa. Somos seres vivos; tenemos que morir y abandonar nuestra conciencia. Pero si podemos cambiar tan siquiera un solo matiz de eso, ¿qué misterios nos estarán aguardando? ¡Qué misterios!”
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FIN DE LAS CITAS DE “EL FUEGO INTERNO”
de Carlos Castaneda
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