28 abril, 2014

tramo 234


”…
Recordé que don Juan me había revelado un día que Lucas Coronado estaba mortalmente enfermo. Tenía un estado de salud que lentamente lo consumía.
‑Le he mandado a decir a través de mi hijo, Igna­cio, lo que tiene que hacer para curarse ‑siguió don Juan‑, pero él cree que es una tontería y no quiere sa­ber nada. No es culpa de Lucas. La raza humana entera no quiere saber nada. Oyen solamente lo que quie­ren oír.
Me acordé que le había insistido a don Juan que me dijera qué podía decirle a Lucas Coronado para ayudar­lo a aliviar el dolor y la angustia mental. No sólo don Juan me lo dijo, sino que me advirtió que si Lucas Co­ronado lo quería, fácilmente podría sanarse él mismo. Sin embargo, cuando fui con el recado de don Juan, Lu­cas Coronado me miró como si estuviera loco. Luego pasó a hacer una brillante (y si hubiera sido yo yaqui horriblemente ofensiva) descripción de un hombre abu­rridísimo por la infundada insistencia de alguien. Pensé que sólo un yaqui podía ser tan sutil.
‑Esas cosas no me ayudan ‑dijo finalmente en tono desafiante, enojado por mi falta de sensatez‑. En verdad, no importa. Todos tenemos que morir. Pero no vayas a creer que he perdido toda esperanza. Voy a con­seguir dinero del banco del gobierno. Me van a dar di­nero por avanzado sobre mi cosecha y voy a conseguir suficiente para comprar algo que me va a sanar, ipso fac­to. Se llama Vi‑ta‑mi‑nol.
‑¿Qué es Vitaminol? ‑le había preguntado.
‑Es algo que anuncian por la radio ‑dijo con la inocencia de un niño‑. Cura todo. Se recomienda para personas que no comen diariamente carne, pescado o carne de ave. Se recomienda para personas como yo, que apenas podemos mantener juntos el cuerpo y el alma.
En mi avidez por ayudar a Lucas Coronado, cometí uno de los errores más graves imaginables en una socie­dad de gente tan hipersensible como los yaquis. Ofrecí darle el dinero para comprar su Vitaminol. Su fría mira­da me reveló a qué grado lo había herido. Mi error fue imperdonable. Muy calladamente, Lucas Coronado me dijo que tenía los recursos económicos para comprarse su propio Vitaminol.
Regresé a la casa de don Juan. Quería llorar. Mi avi­dez me había traicionado.
‑No gastes tu energía preocupándote por tales cosas ‑dijo don Juan fríamente‑. Lucas Coronado está preso dentro de un ciclo vicioso, pero también lo estás tú. Y lo están todos. Él tiene su Vitaminol, que confianzudamen­te cree que le va a sanar todo y resolver todos sus proble­mas. En este momento, no tiene con qué comprarlo, pero con el tiempo, tiene grandes esperanzas de poder hacer­lo. ‑Don Juan me escudriñó con sus ojos brillantes-. ­Te dije que los actos de Lucas Coronado eran el mapa de tu vida -dijo‑ Créemelo que lo son. Lucas Coronado te señaló el Vitaminol y lo hizo tan poderosa y dolorosa­mente, que te hirió y te hizo llorar.
Don Juan dejó de hablar. Fue una larga y muy eficaz pausa.
‑Y no me digas que no entiendes lo que te estoy di­ciendo ‑me dijo‑. De una manera u otra, todos tene­mos nuestra propia versión de Vitaminol.
…”
DSCN5794
.
.
.
(El lado Activo del Infinito – Carlos Castaneda – 1999)
.
.
.

1 comentario: