17 mayo, 2014

tramo 829


“…
Cuando le conté a don Juan la dificultad de encon­trar un profesor con quien trabajar, su reacción fue, a mi parecer, violenta. Dijo que era un verdadero pedo y cosas peores. Me dijo lo que ya sabía; que si no fuera tan tieso podría trabajar a gusto con cualquiera en el mundo académico o en el mundo de los negocios.
‑Los guerreros‑viajeros no se quejan ‑prosiguió don Juan‑. Toman todo lo que les da el infinito como de­safío. Un desafío es eso, un desafío. No es personal. No puede interpretarse como maldición o bendición. Un guerrero‑viajero o gana el desafío o el desafío acaba con él. Es mucho más excitante ganar, así es que ¡gana!
Le dije que era facilísimo que él lo dijera, pero que llevarlo a cabo era otro asunto y que mis tribulaciones eran insolubles porque se originaban en la incapacidad por parte de mis congéneres de ser consistentes.
‑Los que te rodean no tienen la culpa ‑me dijo­-. No tienen otra salida. La culpa es tuya, porque puedes contenerte, pero insistes en juzgarlos, desde un profun­do nivel de silencio. Cualquier idiota puede juzgar. Si los juzgas, sólo puedes recibir lo peor de ellos. Todos nosotros como seres humanos estamos presos y es esa prisión la que nos hace comportarnos de tan mísera ma­nera. Tu desafío es de aceptar a la gente como es. ¡Déja­los en paz!
…”
 
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(El lado Activo del Infinito – Carlos Castaneda – 1999)










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