“…
Siempre me maravillaba el cambio de humor que experimentaba cada vez que iba a ver a don Juan. Siempre llegaba sombrío y malhumorado, lleno de auto‑afirmaciones y de dudas. Después de un rato, mi estado de ánimo cambiaba misteriosamente, y me volvía más abierto, por grados, hasta llegar a estar tan tranquilo como nunca. Sin embargo, mi nuevo humor seguía metido en mi antiguo vocabulario. Tenía la costumbre de hablar como una persona totalmente insatisfecha, que se contenía de quejarse en voz alta, pero cuyas interminables quejas estaban implícitas en cada vuelta de la conversación.
…”
.
.
.
(El lado Activo del Infinito – Carlos Castaneda – 1999)
.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario